Noticias Rugby · 25 de septiembre de 2016

PARA NO OLVIDAR

En la última jugada, Old Resian enmudeció a todos, superó 26-20 a CRAI y se metió en la gran final del Torneo Regional del Litoral. Un capítulo memorable en la historia tricolor.

Por Federico Galfano:

Es indescriptible la emoción que siento en este momento. Creo que no tenía sentido escribir la típica crónica semanal contando lo que fue el partido porque ya todos lo vimos. Por eso, siento la necesidad de expresar todo lo que viví ayer en las Cuatro Hectáreas. Estoy convencido que a muchos (o todos) les pasó exactamente lo mismo.

El jueves, a partir de la conferencia de prensa en el Banco Municipal y el posterior banderazo en el club, empecé a tomar un poco de dimensión. Sí, Old Resian estaba sentado en la mesa de los grandes. En tanto, el viernes, cuando me enteré de la concentración, lo primero que hice fue escribirle a Mario para preguntarle si podía pasar a visitarlos a la noche. Me dio el okey y, apenas salí de cursar, me fui derecho al hotel para acompañar a los chicos. “Estas más manija que nosotros”, me dijo Ale Huete. Tenía razón.

Verlos a todos empilchados con el escudo del club, al estilo rugby profesional, me hizo dar cuenta del momento que estaban viviendo. Nos quedamos jugando un rato al truco y a las 12 ya se fueron todos a dormir. Yo me volví a casa y el sábado me levanté temprano para ir directo al hotel. Cuando llegué, cerca de las 9.30 horas, ya estaban todos desayunando. Casi ninguno había podido dormir bien. Estaban muy ansiosos. Yo también.

Acá quiero detenerme porque necesito destacar la actitud que tuvieron Ale Vaisman y Manu Torres, que se quedaron afuera de los 23 convocados (se enteraron de la noticia en la concentración). Un momento horrible para ellos, pero supieron dejar la tristeza de lado y poner al equipo por sobre todas las cosas, no solo en la concentración sino también durante el partido. Son dos ejemplos de amor por el club.

A pesar del clima espantoso, desde la salida del hotel se empezaba a sentir un clima diferente. Había algo especial dando vueltas por el aire. No se puede explicar con palabras. Sin perder demasiado tiempo, nos subimos al ‘Archiemovil’ del ‘Ratón’ con el ‘Tulo’ (Martín Faicht), el ‘Turquito’ (Jorge Jaef) y Mario (Franceschini). Destino: Jockey Club.

Ya no había mucho tiempo. Quedaba una hora y media para el kick off. Los jugadores se metieron al vestuario y el resto nos pusimos a dar vueltas y charlar con amigos y conocidos de otros clubes de la ciudad. Fue la hora y media más larga del universo. De a poco fue llegando la gente del club y todos coincidían en lo mismo: disfrutar este momento histórico más allá del resultado. Así era.

Cuando los jugadores salieron del vestuario para hacer la entrada en calor se me escaparon un par de lágrimas. Ahí me empezó a caer la ficha, la condena de jugar ocho años el ascenso, las frustraciones y todo lo que habían trabajado para llegar hasta ahí. Se lo merecían porque, como dice el video, nadie les regaló absolutamente nada. Y, como dijo David después del triunfo ante GER, “lo que se merece, se merece”. No había ningún tipo de dudas al respecto.

Llegaron los infantiles y coparon las tribunas. Después la barra pesada, con el gaucho a la cabeza. Nunca hubiera imaginado que Old Resian podía llevar tanta gente a un partido de rugby. Estaban todos. Muchísima gente que ya no juega más y fue a ver a sus amigos o, quizá, gente que se haya enterado por los medios que el club en el que jugaron alguna vez iba a disputar las semifinales por primera vez en 74 años de vida. Todos eran bienvenidos.

La verdad es que fue increíble lo de la hinchada. Las banderas, los bombos, las trompetas, las bengalas, las bombas de humo. Una fiesta única. Armaron un quilombo tremendo. La gente miraba y se notaba que no entendía nada. ¿Qué hace un tipo vestido de Gauchito Gil llevado en andas? ¿De dónde lo sacaron? ¿Qué hacen casi 500 tipos cantando “muchachos, traigan vino, juega el tricolor”? Todos con las caras pintadas, llevando banderas con los colores y el escudo del club.

Cada vez faltaba menos. Me metí en la cancha para filmar algunos videos y sacar fotos a la tribuna. De repente, salieron los jugadores. Terminé de filmar y, mientras caminaba para volver a mi lugar, me encontré de frente con el ‘Pájaro’ (Agustín Vaisman), un amigo con el que pasamos momentos muy duros cuando éramos chicos y no juntábamos 15 jugadores para el debut en juveniles. No hubo que decir nada. Nos miramos y nos dimos un abrazo. Otro de los momentos en los cuales se filtraron un par de lágrimas.

El partido no lo disfrutamos, claramente, sino que lo sufrimos. Es difícil controlar tanta tensión acumulada. Pero los chicos jugaron un partido excelente, se tomaron revancha del golpe que habían recibido la semana pasada, pudieron imponerse en el scrum, tacklearon como fieras y aprovecharon las oportunidades que se les presentaron. También cometieron muchos errores, es verdad, que los llevaron a perder el partido faltando un minuto.

Sin embargo, ahí apareció la esencia de Rubén Serri, ese señor que cayó hace seis años al anexo del club en una chata y quería que jugadores del ascenso hagan los ejercicios de destrezas que practicaban los Springboks y los All Blacks. Una utopía. Pero plantó la semilla. Él es uno de los responsables en este proceso de transformación. Él creyó que se podía jugar bien al rugby. Hizo posible lo que parecía imposible: recuperar una identidad, un patrón de juego, un ADN.

El try del ‘Turco’ es la síntesis del trabajo de Rubén en Old Resian. Así de simple. Los chicos salieron jugando desde sus propias 22 yardas. Todo el mundo creía que a la segunda o tercera fase alguno cometía knock on y se terminaba el partido. Como suele suceder en la mayoría de los casos. Pero no. Después de varias fases, Agustín logró, por primera vez en el torneo, un quiebre claro. Es lo que mejor saber hacer y no podía conseguirlo. Era algo que lo frustraba. Pero, gracias a Dios, lo hizo en el mejor momento. Después, el pase hacia Jaef, la corrida memorable, la mega paloma y el delirio total.

Yo no vi ni cuando apoyó. Cuando noté que se estaba yendo al try lo primero que hice fue abrazar a ‘Polito’ (Pablo Guntero). Bajé los escalones atolondrado, chocando gente y salí corriendo hasta la mesa de control (en el camino me llevé puesto a medio mundo). Cuando vi el hueco, corrí hacia el encuentro con el pueblo tricolor. Corría con los brazos abiertos y mirando al cielo sin entender absolutamente nada. Fue el momento más feliz de mi vida.

Todos invadieron la cancha. Algunos arrodillados, tirados en el piso; otros abrazados, llorando. Había emociones para todos los gustos en cualquier sector de la cancha. Incluso Nazareno tuvo que patear la conversión de drop porque la situación ya se había descontrolado. En el tercer tiempo, cuando se filtraron los videos del try, filmados por celulares, nos reíamos de la gente que había invadido el campo cuando ni siquiera había apoyado. Parecía una película yankee.

Quiero agradecer a los jugadores (amigos) y staff por haberme dejado compartir la concentración con ellos. Fue muy especial estar en el hotel, charlando, tomando mates, jugando al truco, presenciando algunos momentos íntimos del plantel y bajando un poco las revoluciones. Gracias a Santi Cachán, Ale Gómez y Axel Iwanowski por haberme convencido cuando éramos chicos y llevarme a jugar a Old Resian. Gracias a todos los que siempre estuvieron, los que dejaron de estar, los que volvieron y los que estarán en el futuro.

El sábado 24 de septiembre fue el mejor día de mi vida. Ojalá que este grupo de jugadores, que hace cuatro años se quedaba afuera de la pelea por el ascenso (sí, son los mismos), nos siga dando esta clase de alegrías y haya más mejores días de mi vida. Ojalá que puedan seguir escribiendo la historia del club y se den cuenta la revolución que hicieron. Hoy el rugby de la región habla de ellos. Dentro de seis meses, cuando arranque el Nacional de Clubes, hablará el país. A disfrutar.

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