No es fácil digerir la derrota, menos cuando estuviste tan cerca. Duele y mucho. Por eso el llanto desconsolado de algunos de los chicos, como el ‘Turco’ o el ‘Pájaro’. Salir campeones era el sueño de todos y Old Resian no lo pudo conseguir. Pero ya pasó. De nada sirve reprocharse o pensar en lo que hubiera pasado si en tal o cual jugada se hacía otra cosa o se tomaba otra decisión. La herida, de a poco, irá cicatrizando.

Lo importante, a pesar de todo, es lo que construyeron. El legado que dejan. No es un consuelo. Es que el 2016 no será un año más en la historia tricolor y quedará grabado a fuego. El primer equipo dio un salto de calidad, logró imponerse ante los más poderosos (Duendes, CRAI, Jockey Club y GER) y disputó la primera final en 74 años de vida. Además, lo hizo respetando y sin traicionar su identidad de juego.

Aunque todavía nadie toma dimensión, hay algo cierto: este plantel despertó la emoción de todo un club (niños, jóvenes y adultos). El recibimiento, los bombos, las banderas, el humo tricolor, el gaucho, el caballo, los chalecos, las pelucas, el capitán américa y las caretas de David Dinolfo, entre otras cosas, no son simplemente los componentes de la fiesta. Es el respeto, el cariño y el reconocimiento hacia el trabajo de los jugadores y staff técnico. La comunión, la mística, el pacto de fidelidad.

La vara está alta y el desafío a futuro será mantenerse vigente en los primeros planos. En cinco meses, Old Resian disputará el Nacional de Clubes, reservado para los 16 mejores equipos del país. Una experiencia única para disfrutar y, a su vez, ir amoldando la maquinaria de cara al Regional del Litoral. El mismo que se escapó hace algunas horas. El camino recién empieza y lo mejor, como siempre, está por venir.

Queirolo: “Con honestidad, sacrificio y humildad, sabiendo de dónde venimos y conociendo nuestra historia, tratamos de construir un futuro mejor”.