El destino decidió que ayer no fuera el gran día. Seguramente deba tener preparado algo más grande, porque nos lo arrebató sobre el final, como un puñal en el pecho, cuando los corazones tricolores latían cada vez más fuerte ante -lo que era- uno de los triunfos más resonantes de los últimos años. Por eso el dolor y la impotencia. Porque estuvimos ahí. A muy poco de dar uno de los grandes golpes. De esos que quedan en la memoria.

La derrota ante Jockey Club, por 23 a 22, deberá servir como experiencia para jugadores y staff técnico. El planteo fue inteligente. Sin vulnerar al verdiblanco desde el juego, Old Resian volvió a apoyarse en su scrum para comenzar a hacer daño; el complemento fue una defensa y presión asfixiantes, forzando el error en el rival y sumando puntos con el pie de Víctor Jaef, una de las grandes figuras (autor de 17 de los 22 puntos).

Tampoco hay que olvidar el debut de Valentín Fernández como titular. Con 19 años, demostró estar a la altura de las circunstancias y, por momentos, hizo olvidar las ausencias de Tomás Herfarth y Nazareno Valentini, los conductores habituales del equipo. Lo mismo con Jaef, que se calzó la 10 en un partido muy difícil. Su puntería fue determinante y metió desde todos lados. Una garantía.

Sin embargo, no fue suficiente. Jockey, con un hombre más por la expulsión de Lucas Quaranta, quizá tuvo más oficio y tranquilidad sobre el cierre y lo liquidó. Nada que objetar. Ni al árbitro ni a los jueces de touch. Old Resian perdió y hay que reconocerlo. La humildad es una de las bases. Y este grupo lo tiene muy en claro. Son los grandes protagonistas de esta historia y sólo ellos saben lo que costó construir este camino.

Por eso les decimos gracias. Gracias por devolvernos la ilusión. Gracias por creer en una idea y defenderla. Gracias por devolverle a Old Resian su ADN. Gracias por recuperar nuestra identidad y filosofía de juego. Son un verdadero orgullo para todos. Verlos jugar de igual a igual contra los gigantes del litoral era un sueño impensado hasta hace algunos años, aunque este es recién el comienzo. Todavía falta un largo camino. Arriba, ¡tricolor querido!