Institucionales · 20 de noviembre de 2015

LAS PRIMERAS REUNIONES

A cincuenta años de la refundación de Old Resian, el Dr. Alejandro Posner nos trae una nueva aventura para revivir.

Los impulsores de la idea de refundar el club empezaron a reunirse informalmente y así se esbozó el borrador del primer Estatuto -después reemplazado por el actual para obtener la personería jurídica- usando como modelo el del Caniche Club Argentino, porque uno de los involucrados tenía relación con la cría de perros. La asociación que algunos han sugerido entre esta circunstancia -fortuita y accidental- y el hecho de que las primeras camisetas de rugby fueran facilitadas por el Club Los Troncos, es falsa y mal intencionada.

Al poco tiempo constituyeron la Comisión Organizadora en el Salón Churchill, que contaba con una minúscula sala contigua en la que se instaló la Secretaría. Con las primeras cuotas sociales se adquirieron un par de muebles y una máquina de escribir Olivetti Lettera 22, con la que se tipeaban las comunicaciones y los cupones para el cobro de las cuotas.

Este trabajo -que ejecutaban los propios miembros de la Comisión- se vio luego facilitado por la adquisición de un revolucionario Address-O-Graph, que era una máquina de acero con un teclado integrado para estampar las placas de direcciones, un alimentador de placas, una base pesada, cinta entintada y un pedal para estampar la dirección.

Las primeras cuotas las cobraban a domicilio dos miembros directivos, a bordo del Chevrolet 400 de propiedad del padre de uno de ellos. Pero al engrosarse el caudal societario se contrataron los servicios como cobrador del señor García, mayordomo del Banco de Londres y primer colaborador externo del Club.

Ya estaba resuelto el lugar de juego y el administrativo. Faltaba dónde entrenar y dónde socializar.

Grantfield quedaba lejos y no tenía luz. El Plantel Superior entrenaba los sábados porque se jugaba los domingos y durante la semana se movía en el Club Huracán primero, y en el Parque Urquiza o en el gimnasio de Harold Evelyn después. Los chicos de la cuarta división hacían algo en un terreno de la Cervecería Schlau, que nos facilitaba don Eugenio Wade.

Para la actividad social se hizo un primer intento de compartir las instalaciones del subsuelo del Colegio con el viejo Club de Residentes Extranjeros, que se frustró al poco tiempo cuando advirtieron con horror que teníamos socias.

También se hizo una gran comida para recaudar fondos en un salón que era parte de la Iglesia San Bartolomé, por calle Urquiza, donde ahora hay un edificio. Y hasta un té canasta y desfile de modelos en el salón de actos del Colegio, en el que las chicas hacían de modelos y eran ayudadas a bajar del escenario por dos esbeltos jugadores vestidos de traje azul, camisa blanca y corbata roja. Todo ello al compás de los acordes del piano ejecutado por Roberto Tagliabue, del conjunto Los Jumpers.

Y los terceros tiempos en la Misión del Marinero, atendidos por la inolvidable Tucha, con tortas hechas por las chicas y té preparado en un enorme samovar. A veces, se podía tomar unas cervezas después, salvo que apareciera el Reverendo Cowes que objetaba que se consumiera alcohol los domingos.

Esta es la historia.

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