Institucionales · 12 de noviembre de 2015
LOS INICIOS DE GRANTFIELD
El Dr. Alejandro Posner nos comparte otra historia imperdible sobre el predio donado por Alexander Grant en 1948.
Por Alejandro Posner (Comisión Directiva):
Don Alejandro Grant había donado a la Rosario British Community Trust -hoy Fundación Churchill de Rosario- un terreno para que en algún futuro se hiciera un Campo de Deportes para el Colegio. Este predio, hoy conocido como Grantfield en su memoria, fue el gran motivador para que confluyeran los esfuerzos de los dirigentes de la Fundación con los de los ex alumnos.
Grantfield tenía todavía más superficie que Plaza Jewell -allí el Colegio realizaba su actividad física los días martes- porque permitía construir dos canchas (una de rugby y una de hockey), vestuarios, una pileta, un club house y un quincho. Para la perspectiva de la época esto cubría con creces las necesidades del Club y del Colegio.
Lo primero que había que hacer con el lugar era acondicionarlo y el primer paso lo dio el propio Presidente de la Fundación, Percy Talbot, convocando -el sábado posterior a una semana de lluvias intensas- a los integrantes del incipiente equipo de rugby. Percy llegó acompañado por su primo Quicky Oldendorff, ambos portando gran cantidad de instrumentos de labranza. Ahí explicaron que el terreno estaba invadido por una maleza de raíz muy profunda que solo podía ser extraída a mano y cuando la tierra estaba húmeda. Ese fue el debut del equipo.
Después hubo que ubicar las canchas, tarea que estuvo a cargo de Febo Porcelli y su teodolito, con la asistencia de los jugadores del Plantel Superior. Siguió la confección de los arcos de rugby y hockey. El marcado de las canchas era ejecutado personalmente por el mismísimo Presidente del Club, Harold Evelyn-Liardet, quien con sus bermudas de franela blancas y medias tres cuarto empujaba la carretilla de cal.
Hacían falta vestuarios. Las chicas del hockey llegaban y se retiraban cambiadas, pero para los del rugby el presupuesto alcanzó para construir un tinglado abierto, que se le encomendó a Zenith Porcelli y cuya utilización estaba facilitada por la escasa o casi nula asistencia de público. Después del partido, los jugadores atravesábamos con los bolsos el alambrado de tres hilos y nos duchábamos en Los Caranchos que -en un gesto que deberá recordarse siempre- facilitaba generosamente sus instalaciones.
Y quedaba por resolver el mantenimiento de las canchas. Se probaron distintas variantes hasta que un miembro de la Fundación y cuñado de Percy Talbot, Pat Bowden, aseguró que en Inglaterra el método más económico y eficaz era el de llevar ovejas. Así se hizo, poniéndolas al cuidado del casero Lencinas, de quien se decía que cada tanto llevaba una a su mesa. Las ovejas se incorporaron al paisaje de Grantfield y los árbitros se habituaron a suspender unos segundos los partidos cuando alguien las espantaba de la cancha.
Lo último era parquizar el lugar. Los árboles sobre el costado Oeste ya estaban. Al Este se plantaron los crataegus todavía existentes, porque -según explicaron- eran vistosos, no requerían mantenimiento y tenían espinas que ahuyentaban a los intrusos. Al Sur se colocaron solo arbustos que no impidieran el acceso a las duchas. El reclamo de plantar una hilera de cipreses que cubrieran el lado Norte e impidieran el paso de la pelota permanece desatendido después de cincuenta años. Alguien explicó una vez que Percy Talbot -que para la época administraba el Cementerio de Disidentes- jamás lo hubiera autorizado.
Esta es la historia.